lunes, 10 de noviembre de 2008

Es la intención la que cuenta

Había una vez un barquito chiquitito que no podía navegar...
Pasaron un dos tres, cuatro cinco seis semanas y aquel barquito navegó.
Y si esta historia parece corta volveremos a empezar.
Y una y otra vez, y las veces que hagan falta, tantas y tantas como tantos y tantos fueron los momentos empleados para aprender a caminar.
Y este es mi cuento, que no es un cuento en sí, yo lo llamaría "parodia" y así me resulta divertido, y así no me dejo caer en el abandono y puedo sonreir.
Ya se que resulto un poco, bastante depresiva. Se que puedo ser aburrida y pesada, pero es lo que toca en este momento. Hay que torear el temporal tal y como viene. Mañana será otro dia y amanece, que no es poco.
Y me hago la promesa firme de enterrar de una vez por todas mi yo triste y decadente para así dejar a la imaginación que vaya por donde quiera y se enriquezca con la contemplación de un nuevo día, con esas cosas sencillas que nos invitan a compartir, esa sonrisa con la que nos recibe el chico que nos pone el primer café de la mañana. Aquel otro que barre la calle que nosotros ensuciamos, el camión del butano y así, tantos y tantos compañeros del asfalto, esos con los que solemos tropezar a diario y de los que ni siquiera conocemos su nombre. Inseparables anónimos, no sabéis lo que os aprecio!
Y ahora estoy melancólica, qué faena! Me siento un trasto, y yo que quería contaros el cuento del barquito chiquitito que no podía navegar.
En otro momento, sí, más adelante os diré de qué forma aprendió a navegar.
Y a partir de entonces, el barquito se convirtió en un transatlántico y recorrió costas maravillosas.
Véis como al final he podido terminar mi cuento!
Colorin colorado, este cuento se ha acabado.

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